Seminario sobre Seguridad Hídrica y Sustentabilidad en la Cuenca del Aconcagua

Desde la cuenca del Aconcagua, queremos comenzar agradeciendo a todos los presentes por sus investigaciones y proyectos orientados a mejorar la seguridad hídrica de nuestra región. Cada uno de estos trabajos es fundamental, pero quiero hacer un llamado a reflexionar sobre un tema urgente y crucial para el futuro de nuestra cuenca: la amenaza que enfrenta la pequeña agricultura debido a la escasez de agua.

Nuestra cuenca es un territorio complejo, diverso, y con una estructura productiva profundamente ligada a la agricultura. La pequeña agricultura, que es el sustento de muchas familias, enfrenta una realidad alarmante. Si no tomamos medidas urgentes, corremos el riesgo de que desaparezca, llevándose consigo no solo una tradición agrícola ancestral, sino también la identidad de nuestras comunidades rurales.

La falta de agua, sumada a la mega sequía que ha golpeado la región en los últimos años, pone en peligro la viabilidad de muchas actividades productivas que dependen del riego, como la agricultura familiar, la producción de hortalizas y frutas, y la ganadería en pequeña escala.

Debemos ser conscientes de que no se trata de una crisis pasajera, sino de un cambio estructural en el acceso y la disponibilidad de los recursos hídricos, un cambio que amenaza con destruir las bases de la producción y la vida rural. Es aquí donde debemos lograr el equilibrio. No podemos sacrificar la pequeña agricultura en nombre del progreso y la modernización. Necesitamos un modelo de desarrollo que permita conciliar las necesidades de las comunidades rurales con las exigencias de la conservación del agua.

Nuestra cuenca es compleja. En ella, las realidades varían de un lugar a otro. La disponibilidad de agua no es la misma en la cordillera que en la costa, y las formas de cultivo, los tipos de riego y las fuentes de agua son diferentes en cada parte. Por eso, necesitamos soluciones integrales, personalizadas para cada zona, pero que mantengan un enfoque global de la cuenca. Las respuestas no pueden ser homogéneas ni aisladas; deben considerar las características locales, las tradiciones productivas y las necesidades de las comunidades.

Además, debemos aprender a ver la cuenca en su conjunto, desde la cordillera hasta el mar. La escasez de agua afecta a todos, pero hay recursos que pueden ser aprovechados de manera más eficiente. Por ejemplo, la reutilización de aguas residuales, que se vierten al mar, podría ser una fuente importante de agua para las actividades productivas y para las necesidades humanas. Cada año, se vierten al océano 100 millones de metros cúbicos de aguas residuales; este recurso podría ser recuperado y utilizado de manera responsable para aliviar la escasez hídrica en la región.

De igual manera, la construcción de reservorios medianos, dispersos a lo largo de la cuenca, permitiría almacenar agua en los períodos de abundancia para su uso durante los períodos de sequía. Estos reservorios no solo ayudarían a asegurar el consumo humano, sino también a mantener la producción agrícola y ganadera en pequeña escala, garantizando la sostenibilidad de las familias rurales.

Pero, como ya he mencionado, es vital que el conocimiento local, el saber campesino, se integre en estos esfuerzos. La experiencia acumulada durante generaciones por las comunidades rurales nos proporciona una visión única y fundamental para la gestión de los recursos hídricos. Ellos saben de las sequías, de las aguas subterráneas, de los tiempos en que los ríos se secan o se desbordan, y su conocimiento es una herramienta poderosa que debemos incorporar en nuestras soluciones. La cultura campesina, transmitida de padres a hijos, tiene una sabiduría que no puede ser ignorada en la toma de decisiones.

Finalmente, el desafío que enfrentamos es grande, pero si somos capaces de equilibrar las necesidades de las comunidades, de la agricultura y de la conservación del agua, tenemos una oportunidad única para transformar esta crisis en una oportunidad para la innovación, la sostenibilidad y la justicia social. El trabajo conjunto, la integración del saber científico y el conocimiento local, nos permitirá avanzar hacia un modelo hídrico que asegure la vida de las personas, la productividad agrícola y la conservación de nuestros recursos naturales.

El camino es complejo, pero si actuamos con urgencia y compromiso, podremos encontrar las soluciones que necesitamos para garantizar un futuro hídrico seguro y sustentable para la cuenca del Aconcagua.

Muchas gracias.